Francisco Ruano, a sus 23 años, ayuda a su padre a cuidar del recinto y personifica el necesario relevo generacional para el futuro de los patios cordobeses. Sin embargo, quizás lo único joven sea el cuidador, porque en este patio se habla por décadas a lo largo de los 32 años consecutivos de participación. Mire si no la hiedra, nacida de un esqueje traído desde los pies de la Alhambra hace 47 años y que tiene un tronco impresionante tras casi medio siglo. Es el sello del patio, su gran atractivo y, a la vez, su gran enemigo. “Hay que llevarla a rajatabla, porque, si no, se come todo el patio”, explica Francisco Diego Ruano. También hay espacio en esta vivienda del siglo XIX, levantada sobre unas antiguas caballerizas de una casa palacio.